La oratoria

La oratoria

Se denomina oratoria al “arte de persuadir” por medio de la palabra. Las reglas del arte oratorio se denominan “retórica”.

Desde el ágora griega y el senado romano a las modernas asambleas, la oratoria ha venido siendo un elemento de viva importancia para la colectividad.

Condiciones del orador — Su ejercicio es obra del orador, a quien debe acompañar inteligencia demostrativa, claridad de expresión y voz y figura agradables Debe tener en cuenta también, el orador, el público que le escucha, para adaptarse a su comprensión.

El orador tiene una gran responsabilidad, ya que su palabra puede enardecer a masas poco cultas o apasionables y conducirlas a cometer actos reprobables.

Carácter de la oratoria

La oratoria debe convencer. No debe perderse en divagaciones, sino que debe tratar directa y enérgicamente el asunto que se propone, con claridad y sencillez.

La duración de un discurso no debe prolongarse para evitar la fatiga del público.

Su estilo —Para alcanzar este poder de convicción, el orador debe hablar en alta voz y con vehemencia (estilo declamatorio).

Los oradores antiguos abundan en apóstrofes o imprecaciones (frases exclamativas) o fingen dialogar con el público (frases interrogativas) para influir en sus sentimientos.

El discurso

Los antiguos retóricos sostenían que todo discurso debía tener, como partes fundamentales, el exordio, la proposición, la confirmación, la refutación y la peroración. Fácilmente puede comprenderse que el exordio es el preámbulo que prepara el ánimo de los oyentes que la proposición es la exposición del asunto, que la confirmación es la defensa del mismo, así como la refutación es la réplica de los argumentos que a él se oponen, y que, finalmente, la peroración es la conclusión o epílogo en el que se condensan las razones del discurso.

No todas estas partes son necesarias en la pieza oratoria, pero sí aparecen en los discursos clásicos. La oratoria romántica —tan utilizada en los discursos parlamentarios—, prescinde de la sujeción a estas reglas.

Clases de discursos. — Notemos, finalmente, que la finalidad del discurso da a los mismos tono y carácter especial, de acuerdo con el público a que va dirigido.

Hay, en efecto, una oratoria sagrada, cuyo fin es la orientación religiosa del hombre;

la oratoria política, que propaga determinados sistemas de gobierno;

la oratoria forense, que trata de la aplicación de las leyes;

la oratoria académica o disertación, que desarrolla temas científicos, y

la oratoria militar (las arengas), que se propone enardecer el ánimo de los soldados.

Épocas y figuras principales

La oratoria clásica.- Antigüedad. Como ya se ha dicho, la oratoria surge en el ágora o plaza pública de Grecia, donde oradores como Demóstenes o Esquines se hicieron famosísimos. En Roma ha quedado eterna memoria de los discursos de Cicerón. Son especialmente famosos los que pronunció para censurar la conducta política del conspirador Catilina.

He aquí un fragmento de la “Primera Catilinaria”:

“¿Hasta cuándo has de abusar de nuestra paciencia, Catilina? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extremos se arrojará tu desenfrenada audacia? ¿No te arredran ni la nocturna guardia del Palatino ni la diurna vigilancia en la ciudad, ni la alarma del pueblo, ni el acuerdo de todos los hombres honrados, ni este fortísimo lugar donde el Senado se reúne, ni las frases y semblantes de todos los senadores? ¿No comprendes que tus designios están descubiertos? ¿No ves tu conjuración fracasada por conocerla ya todos? ¿Imaginas que alguno de nosotros ignora lo que has hecho anoche y antes de anoche, dónde estuviste, a quiénes convocaste y qué resolviste? ¡Oh, qué tiempos! ¡Qué costumbres! ¡El Senado sabe esto, lo ve el Cónsul, y, sin embargo, Catilina vive! ¿Qué digo vive? Hasta viene al Senado y toma parte en sus acuerdos, mientras con la mirada anota los que de nosotros designa a la muerte. ¡Y nosotros, varones fuertes, creemos satisfacer a la República previniendo las consecuencias de su furor y de su espada!”

La oratoria religiosa. — Dentro del Cristianismo recordemos figuras tan insignes como San Juan Crisóstomo, llamado así “boca de oro” o San Vicente Ferrer, que arrastraba, con su palabra, a las muchedumbres, o el gran Fray Luis de Granada, el clásico por excelencia de la oratoria española del siglo xvi.

La oratoria parlamentaria. — Las asambleas o parlamentos modernos han estimulado el cultivo de la oratoria política. Famosos oradores políticos han sido en España Donoso Cortés y Emilio Castelar.

Ejercicios de lenguaje

La entonación y la ortografía. — Cuando nosotros leemos en alta voz observamos que la entonación asciende y desciende a la manera de una melodía musical. Pero, claro está, que al escribir no podemos indicar todo ello y debemos valernos de los signos de puntuación.

El punto. — Indica una pausa al final de una curva fónica descendiente. Damos con ello al oyente la noción de que un cierto momento enunciativo ha terminado. El punto final indica esto con mayor rotundidad y energía.

La coma. — En cambio la coma es una pausa breve después de un período ascendente. Indica con ello que la atención del que escucha debe quedar pendiente de lo que va venir.

Los signos de interrogación. — De la misma manera la línea fónica interrogativa en su final ascendente, nos deja en espera de algo: la contestación que completa la curva con la mitad descendente que falta para terminar la frase.

Signos que indican elevación del tono:

  1. Los signos de admiración: Cuando nosotros queremos expresar un estado de ánimo apasionado y vehemente necesitamos una elevación del tono que lleve nuestras palabras con mayor fuerza al que nos escucha. La escritura se vale en estos casos de los signos de admiración. El lector debe reforzar su voz para hacer notar la intención del texto.
  2. Los subrayados y las comillas: Cuando al leer encontramos un texto subrayado o entre comillas (” “) debemos suponer que el autor desea llamar la atención sobre este fragmento y, por lo tanto, deberemos elevar ligeramente el tono de nuestra voz. (En los textos impresos el subrayado se indica con la letra cursiva)

Signos que indican descenso del tono:

  1. Los paréntesis: Cuando un escritor presenta una frase entre paréntesis ( ) quiere indicar que ésta tiene un valor secundario en relación con el resto del texto. El tono de voz del lector descenderá ligeramente al leerlo.
  2. Los guiones: Los guiones (—…—) tienen también carácter de paréntesis pero son, en general, menos señalados en el tono de su lectura que debe ser casi el normal.
  3. Los puntos suspensivos: Los puntos suspensivos (…) al final de una frase indican que el autor desea dejar el sentido de la misma en una cierta vaguedad o imprecisión. Su lectura implica un tono descendente y una voz menos enérgica que la que utilizamos para terminar las que se señalan con un rotundo punto final.
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